domingo, 3 de mayo de 2020

"Bendita rutina"

...Y justo llegué el domingo de correr la Transgrancanaria y el lunes ya me subía para Sabiñánigo aprovechando que no trabajaba hasta el viernes, y con muchas ganas de hacer montaña con mi chico.

Poco a poco en los Informativos ibas viendo como el tema del coronavirus ocupaba casi todo el espacio. Lo que estaba pasando hace semanas en China, parecía que había replicado en Italia y nosotros íbamos detrás, pero no había todavía un plan palpable por parte de las autoridades, o al menos no se habían pronunciado, seguramente delante de la incerteza de un virus desconocido a nivel mundial.

Esa semana ajenos a todo aquello y sin cruzarnos con nadie, pudimos disfrutar de tres días chulos de actividad, sin saber que serían los últimos por mucho tiempo, y la despedida de la temporada de invierno:

10 de marzo, esquí de montaña en Astún:







11 de marzo, esquí de montaña en Portalet:













12 de marzo, escalada en Peña Rueba (vía Los terceros también existen):














Y después de esta sobredosis de felicidad, llegué el jueves a Barcelona a última hora de la tarde, y al ir al supermercado no me lo podía creer, estantes vacíos, no quedaba casi nada de comida, papel higiénico (y todos sus derivados), etc etc. Era como estar dentro de una película de ciencia ficción. 

Puse las noticias y todo iba a peor, los hospitales se empezaban a llenar y el Gobierno empezaba a anunciar algunas medidas, como poblaciones confinadas. 

Llegué al día siguiente a trabajar como si nada, la redacción a tope de gente como cualquier otro viernes pero cuál fue mi sorpresa cuando el director salió de su despacho y me dijo: "Bea qué haces aquí? Eres colectivo de riesgo. Vete a tu casa. Tú puedes trabajar sin problema desde allí". Buff me quedé en estado de shock. Ahí me dí cuenta de lo grave que era todo y de que yo tenía que tener mucho cuidado por la diabetes.

Encendí el ordenador atónita, recopilé toda la información que necesitaba para poder trabajar desde casa y llamé a mi padre para evitar más riesgo cogiendo el transporte público.
Y ya el sábado que tenía turno de 12 horas, todo se eclipsó cuando el Gobierno decretó el estado de alarma y a partir de ese momento ya no se podía salir de casa, la sociedad estaba confinada. Sólo estaba permitido salir a comprar comida o medicamentos, y trabajar. 

En ese momento nuestra vida cambió, nada volvería a ser como antes. En los días siguientes el número de muertes empezó a crecer exponecialmente, al mismo tiempo que el número de ingresados en UCI y los riesgos de colapso de hospitales.

Las empresas que pudieron mandaron a sus trabajadores a teletrabajar desde sus casas pero muchas pidieron ERTEs y la economía empezó a caer a un ritmo abismal. 

Las fronteras se empezaron a cerrar. Turistas a la espera de salir de su país. Españoles por el mundo por trabajo o turismo esperando a ser repatriados. Los supermercados por suerte pese al desabastecimiento de los primeros días por el pánico de la gente, volvieron a tener de todo pero marcaron unos límites de acceso y comportamiento de los ciudadanos. 

La imagen totalmente devastadora de las residencias de ancianos. Todo iba a peor. Ver cada día los Informativos o las comparecencias de las autoridades era deprimente al escuchar las cifras, para arriba sin parar. La "famosa curva" que necesitábamos doblegar nunca llegaba. Los testimonios de médicos, enfermeras y el resto de personal sanitario era deplorable, se te caían las lágrimas, muchos de ellos jubilados que habían vuelto para ayudar habían perdido la vida en esta batalla contra un enemigo de dimensiones y poder desconocido a nivel mundial.

Por suerte se te caían las lágrimas también de emoción al ver a un abuelo de más de 90 años salir del hospital después de unas semanas luchando por su vida; al ver la solidaridad que estaba aflorando ayudando a los mayores que estaban solos en su casa, a la personas en situación de desamparo que no tenían nada para comer ni incluso dónde esconderse del virus. 

En cada parte del mundo veías que avanzaba de diferente manera, cuando aquí estábamos con más de 800 muertos por día, en otros países todavía seguían sin ninguno y con total libertad. Los ciudadanos seguíamos confinados acatando los prórrogas que cada quince días el gobierno iba anunciando. La dureza de no poder salir de casa iba aumentado sumado al echo de todo lo demás. 

Empezaba a morir gente que conocías aunque gracias a Dios ningún familiar directo pero afectaba igual y te hacía ver la magnitud de la tragedia preocupándote todavía más de los tuyos. La economía española estaba totalmente infectada por el virus. Empresas cerrando, trabajadores en paro o con ERTES, otros que no tenían nada para comer. Además de las dos semanas que el gobierno decidió paralizar toda la economía coincidiendo con Semana Santa y que todavía fue más devastador económicamente hablando, aunque era adecuado para intentar parar la propagación de la pandemia.

Veías a la UME desinfectando las calles, las residencias de ancianos, aeropuertos... Además de empezar a montar hospitales de campaña para dar un respiro a los hospitales que ya estaban acogiendo en ocasiones casi el triple del límite de pacientes. 
El momento que escuché la notícia que el Palacio de Hielo de Madrid se iba a convertir en una morgue porqué no se podían asumir tantos muertos en los depósitos actuales fue totalmente impactante, ver los coches llenos de féretros y una cura en el Palacio vendeciéndolos. 

Estábamos en la peor película de ciencia ficción que nos hubiésemos podido llegar a imaginar nunca. 
Poco a poco y como única opción la sociedad se iba acostumbrando a una nueva rutina, los niños estudiando en casa con los deberes que les ponían los profesores también desde casa, gente haciendo deporte en casa, compras por Internet, videollamadas con familiares y amigos, salir de casa sólo por necesidad y con mascarilla, colas para entrar en los supermercados o farmacias en números reducidos... Las noticias de televisión, radio, prensa e Internet eran monotema. Y las redes sociales, una buena fuente de información como siempre y de contacto con el exterior pero también un nido de bulos. 

Nadie puede juzgar si el Gobierno lo estaba haciendo bien o mal delante de esta tragedia sin precedentes, con el único ejemplo de China como "modelo a seguir" porqué iban por delante en la evolución de la pandemia. Lo mejor en ese momento era sumar esfuerzos con la oposición y luchar a una, sobretodo para poder sumar fuerza y no restar, no perder el tiempo en diálogos y actitudes que ahora no ayudaban en nada y todavía dejaban a la sociedad con una angustia mayor. Lamentable el espectáculo del Congreso de los Diputados echándose todos en cara quién lo estaba haciendo mejor o peor. Con gobiernos autonómicos intentando convertir esta emergencia mundial en una lucha política, penoso. No era momento de eso ahora, de ser tan egoistas.

Paralelamente, la salud, la economía, la sociedad, caían en picado. Hasta que llegó el día que los números empezaron a ser más bajos que el día anterior y empezaron a avanzar en línea recta y dejaron de subir, y el Gobierno y el Ministro de Sanidad anunciaron que empezábamos a vencer el virus pero que no podíamos relajarnos. Eso dió una bocanada de aire fresco a la sociedad aunque seguían siendo muchas muertes cada día, y era necesario seguir quedándose en casa.

Cuántas veces nos hemos quejado de la pereza que daba ir a trabajar, de posponer ir a ver a tus padres o abuelos para otro día porqué había surgido algo y no tenías tiempo, de darte pereza madrugar para ir a entrenar, de posponer una cena con amigos porqué estabas cansado y te daba pereza... Y muchas otras "tareas" o "rutinas" que hacías sin ganas y ahora echamos tanto de menos. Para mi que mi único contacto con el exterior era salir a tirar la basura, era el mejor momento del día. 

No somos capaces ahora imaginándonos en medio de un concierto con los amigos dónde tanto habíamos disfrutado, en una salida de una carrera con 2.000 participantes , en el metro abarrotado y apretados como sardinas de camino al trabajo, en la playa con muchas sombrillas a tu alrededor, en un avión transatlántico lleno de pasajeros durante más de 10 horas, en un restaurante a rebosar disfrutando de una cena, en el cine viendo un estreno, en una clase atendiendo a un curso, en un hotel o refugio de montaña a tope de gente... Tantas y tantas escenas o rutinas de nuestra vida que antes no valorábamos y ahora nos caen las lágrimas al pensar en ellas y ver lo difícil que será volver a vivirlas.

Nadie volverá a ser la misma persona que era antes del famoso "coronavirus". Los que se han jugado la vida por los demás, los que han perdido un familiar o un amigo y encima no se han podido despedir, los que se han visto de un día para otro como su negocio cerraba y caía en la ruina, los que han trabajado infinitas horas arriesgándose porqué sabian que su trabajo era esencial, las personas mayores que han tenido que vivir este confinamiento en soledad, los enfermos que se han salvado pero se han pasado semanas ingresados... Nadie.


Ni tampoco seremos capaces de darle a muchas personas las inmensas gracias que se merecen: médicos y personal sanitario que han dado su vida y puesto en juego las de sus famílias haciendo infinitas horas, personal de limpieza, transportitas, personal de supermercado, cuerpos de seguridad, las empresas que han dejado de lado su negocio y se han volcado en hacer productos necesarios para luchar contra esa pandemia... Millones y millones de personas de muchas profesiones.


Estamos en la séptima semana. Desde el pasado domingo los niños ya podían salir a la calle en unas condiciones que marcó el Ministro de Sanidad y que todos vimos en imágenes y por testimonios próximos que muchos padres se habían saltado a la torera sin pensar en que eso era un mal para ellos mismos, para sus famílias y para toda la sociedad. Luego se quejaran si nos vuelven a recortar estas "medidas de alivio" como las llama el Gobierno. 

Y más deplorable me pareció lo que viví el sábado en persona. Era el día que después de llevar 7 semanas confinados, los que nos gusta el deporte estábamos esperando con muchas ganas, y aquellos que sin gustarle lo veían como una medida de escape. 
Al estar en Barcelona y no poder estar en Sabiñánigo dónde ésto no hubiese pasado, fuí a Collserola en la franja horaria que se podía por la mañana. Vivo al lado, mis padres de pequeña ya nos llevaban a mi hermana y a mi, y de mayor ya he ido siempre sola o con amigos a correr, en bici... Es el patio de mi casa donde he corrido toda mi vida, hace unos años ya sobresaturado por esos que vienen de lejos buscando un sitio donde pasear o hacer deporte, y sobre todo por la moda del "running" y los deportes al aire libre.

Este sábado la escena fue vergonzosa, cientos de personas apelotonadas corriendo, en bici, paseando, sin respetar las distancias de seguridad y sobretodo, sin cumplir lo que dijo el Ministro de Sanidad de "deporte individual", veías amigos corriendo y hablando, grupos en bici, otros parados charlando como si nada... Evidentemente, y casi todo el mundo sin mascarilla. 
No entiendo cómo no podían pensar en toda la gente que había muerto estas semanas, la que todavía estaba muriendo, los que se continúan jugando la vida cada día por vencer el virus, y el riesgo de volver a tener un repunte de contagios y que nos tengamos que quedar en casa de nuevo, y todavía achicar más la economía española que está ahogada y viendo si podrá sobrevivir en los próximos meses con menos del 50% de la población trabajando. Insolidaridad, irresponsabilidad... No lo puedo entender. Por esta gente, tenemos la fama que tenemos como sociedad. Qué deben pensar en el resto de Europa o el mundo cuando vean estas imágenes? Pues que ésto es España y tenemos lo que merecemos. Y es normal que luego nos veten las ayudas europeas para paliar esta crisis económica. De qué nos extrañamos? Estos que ayer ví como se saltaban las normas no creo que hayan perdido ningún familiar en esta tragedia, o igual sí y viven en su ignorancia que tanto mal hace. Quizás no estaría nada mal que no fuesen multas económicas, sinó fuesen multas en horas de servicios sociales ayudando a desinfectar residencias de ancianos, espacios públicos o tareas de beneficencia.


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No sé si por tener diabetes pero siempre he pensado que en la vida, la salud es lo más importante, y sin ella el resto da igual. Y ahora más que nunca, lo sigo creyendo. 
Han sido semanas duras por echar mucho de menos a la gente que quiero, por miedo a contagiarme en algún momento y saber que era peligroso por la diabetes, por tener muchas ganas de estar en la montaña pero también me han servido para darle un respiro al ritmo frenético de mi vida. Y tener tiempo de pensar, de descansar, de hacer esas cosas que nunca tengo tiempo de hacer. Sonreía al salir a tirar al basura y poder estirar unos metros las piernas. Las gracias eternas al ver a mi madre que de lejos un día a la semana me acercaba la comida para que yo no tuviese que ir al supermercado. Evidentemente se han cancelado carreras que tenía previstas y ya con todo organizado tanto en Europa como fuera, planes de alpinismo... Pero eso aunque me hace inmensamente feliz, ha pasado estos días al final de mi lista prioridades. Lo que más feliz me hace ahora es ver que mi família están todos bien. Aunque cueste ver la línea de llegada de éste "Ultramaratón del coronavirus" sé que llegará, y seremos felicies y capaces de valorar todo mucho más. Un deseo para ahora y para siempre, salud para mi y para la gente que quiero. Y como siempre digo, Carpe Diem, el reloj no se puede parar, no podemos volver atrás, y hemos de disfrutar de cada segundo de la vida aunque no sea perfecta, pensar que somos unos afortunados par despertarnos cada día.























Everest Base Camp (September 2012)